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Impronta en las dunas

En Paris sin aguacero.

En Paris sin aguacero.

Yo no he estado en Paris

o sí

acaso soy una frustración junto al Sena

                                          vagando entre fantasías balzacianas

                                                         héroe de taberna que huye

                                                         con su arco de triunfo en ruinas

                                                         tras la batalla con la nostalgia.

Allá

       el barco de Anäis

       espectro escoltado por cuerpos suicidas y

acullá

          la gran espina de acero y luz

          trascendiendo la magia de las postales

Tal vez no soy más que lo que soy

un pobre indocumentado

               con sólo su memoria

               noctámbulo en un barrio abuhardillado

               poblado de fantasmas

               mientras un aire frío arrastra

               hojas de ilusión

               junto a preservativos y cigarros

 

La sombra de Casals volviendo a La Habana

Casals por Aguiar bajo la lluvia

un domingo ubicuo de Marzo

y el viento arrastrando tristezas y basuras

de una ciudad carcomida

y a retazos amarga

   seguramente he estado en Paris

   y no he sabido regresar.

2 comentarios

Abel German -

Andrés, de corazón, éste es uno de tus más bellos e impresionantes poemas. Digno de antologías. Impecable, melancólico, real. Por él solo (aunque no hubiese nada más digno de atención, que no es ni remotamente el caso) habría valido la pena dedicarle este tiempo a tu blog. Fíjate si es así, que Carlos ha escrito por él otro hermoso poema. -París, ese París que todos llevamos con nosotros con el trasfondo de esa Habana que también fue la del Casal recién vuelto de París. Ese París del que no hemos vuelto y esa Habana donde también estamos. El París (y La Habana) donde, tarde o temprano, nos encontraremos.

carlos -

...bajo una llovizna persistente, cruzé la calle, el paraguas cerrado, el periodico mojado, entré al café y te vi sentado, leyendo un poema de Verlaine, no quise interrumpir aquella escena, bien parisina, de mañanas frias, ociosas, el humo del café empañando tus cristales, volvi al rato, acabada tu lectura, y te propuse caminar por la calle del faubourg St Antoine como si lo hiciéramos por Santa Clara, sin paraguas ni periodico...