Se puede gritar todos los atardeceres rojos.
El hilo descansa más allá del ojo, se descarrila por el lado ubicuo de los que cantan y no lo saben, porque el lodo brilla y los pasos resbalan sobre los deseos y atrapan la voracidad que esconde la falta de apetito. Los espacios abiertos se han puesto el traje del misterio y se puede gritar todos los atardeceres rojos y arrojar al río el cuerpo que nos pertenece sin preocuparnos de las coartadas. Es posible desalojar la culpa sin tortuosos trámites judiciales y dormir transparente sobre las tumbas, como corresponde al espectro del equivocado. No te preocupes porque las estrellas husmeen, son divagaciones de otras épocas en el archivo cósmico, recursos del que no existe para ser advertido. Se necesita el hilo para urdir una conspiración de paranoicos. Siempre nos queda el grito.
2 comentarios
Maria Elena Lee -
Este poema me gusta por que ese grito lo siento y creo que todos lo hemos sentido o hemos querido emitirlo. Y me encantó la parte donde dices que las estrellas siempre husmean, es cierto en las noches siempre al aire libre siempre me siento vigilada. Gracias por poder escribir con tanta fuerza y emoción
Abel German -