La mirada del desarraigo.
Mirada llena de soledades en los ángulos de desconocidos parques, remansos de ciudades extrañas a la que incomodas con tu acento y el modo peregrino de afrontar las costumbres. Eres un rumiante de residuos en las praderas de la memoria, expulsado del instante por la indiferencia o el desprecio y el inconfesable temor al olvido. Llegas vomitado por el mar o el cielo con un olor exótico de ambigua sospecha, como una pasiva violencia para los nativos hechos a su aparente inmutabilidad de territorio al margen, recién incorporado a los itinerarios del mundo. Imploras un documento que te haga hombre, una dádiva legal del Reino. Pero tu mirada no cambiará de ningún modo.
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Abel German -