Memorias de la torre.
Como horizontes las paredes de mi obstinación. Decirme, este límite soy yo y este otro. Tirar la llave al foso y languidecer lamentando la desgracia elegida. Dios cabalgando un corcel cósmico al otro lado del puente, yo desgañitándome cual doncella desde el corazón de la torre. El jinete absorto con las cabriolas de su cabalgadura, yo asumiendo mi culpabilidad y resignándome. Los horizontes estrechando su abrazo, mimosos, pasionales, asfixiantes. Oigo como se va el caballero, como se diluye el galope en la metáfora de la distancia.
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