En tierra de nadie.
En ocasiones los muertos visitan nuestros sueños con un pálido baño de culpa. Los recorren como para borrar algo, reparar disonancias. Deambulan sus calles asimétricas, se confunden en su caos de formas y consultan ese extraño reloj de los que están fuera del tiempo. Antes de que nos despertemos, se transforman en una criatura simpática. Ese amanecer apreciamos lo bueno que fueron y compartimos perdón ante la luz que avanza.
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Abel German -
Carlos Alberto -