A Francesca Woodman con estupor.
Andestdi vio una vieja ventana de madera, abusada por los años y sus vaivenes. Una ventana, en lo alto, sobre las dunas, empotrada en la transparencia. Madera. Un enigmático flash iluminó las dunas y el cuerpo evanescente de una joven saltando desde la ventana. Se sintió negativo de una foto diabólica que robaba el alma a la que se empeñó en vivir en las imágenes y se eternizó, fragmentada, en las galerías. Se estremeció con una rara mezcla de terror y tristeza, desnudo ante la mirada rota de la muerta esfumándose en la arena.
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Abel German -