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Impronta en las dunas

Cuaderno de Bitácora 31 de Diciembre del...

    Me veo en un barco abandonado en un muelle extraño, la última noche de un año en que el abandono echó anclas en las turbias aguas de mis dudas. Bamboleo solitario junto a una ciudad que transcurre al otro lado de mis afectos. Pido auxilio y nadie acude. Es grave. Soy un marinero que no sabe nadar, un pez sin agallas, un raro ciudadano del siglo que aún se emociona con la migración de las aves al atardecer y se debate desamparado ante la magia digital. Quizás no sea difícil saber por qué me han abandonado, otra cosa es comprenderlo.

    Hastiado de gritar, intento conciliarme con mi barco, un armatoste oxidado, con la memoria de mil tormentas de proa a popa, desvencijados camarotes, cabos sueltos y atados, quejidos de la arboladura, la bitácora sin brújula y el cuaderno desencuadernado, el silencio señoreando la sala de máquinas. Creía conocer mi barco, pero no o este no lo es. Algo me confunde,  no sé si sus dimensiones o la falta de complicidad. Me siento cansado, muy cansado, como recién salido de un temporal. Hace frío, más bien viento frío.Busco refugio en el más confortable de los camarotes, el del capitán, abierto como todos y como todos revuelto y con ratas, despreciables pero vivas, una opción cómplice. Me tapo con harapos y me duermo. Sueño con una ciudad a medianoche, la última medianoche del año. Repican las campanas, pitan los barcos, el cielo se engalana con fuegos de artificio y yo la beso a ella en el muelle y contemplamos un barco oscuro que se mece. "¿Por qué lo habrán abandonado?" Me pregunta y no sé que responderle, la vuelvo a besar, se aprieta contra mí "No quiero ser como ese barco", me susurra, "Yo me preguntaría qué ha sido de los marineros" es lo que le digo, la siento temblar. Ella calla por un instante y luego me dice en un bisbiseo, "Es lo mismo". Me despierto. Ululan los barcos surtos, menos el mio, por la claraboya entra la luz de los fuegos, la ciudad toda es un clamor de advenimiento. Subo a cubierta. Mi barco se mueve ha soltado las amarras y se aleja del muelle donde una parejita se besa. Imagino que sigo soñando o que estoy muerto. Tal vez no es imaginación. También puede que estuviera muerto y ahora estoy vivo, resucitado por el abandono. El barco navega de nuevo y la ciudad se difumina en una distante decrepitud. No sé nada sobre la tripulación, ignoro quién es el capitán y quién el timonel. Sólo sé que entiendo las órdenes y creo saber adonde voy. 

1 comentario

Abel German -

ESte texto es impresionante. Todo un relato poético lleno de significaciones. Cuando uno termina de leerlo ese barco queda dentro de uno. O, mejor dicho, uno siente que va en ese barco. ¡Y es un relato con final feliz! Deja un sabor de coraje que quita el frío.