La luna, el poema y yo.
La luna regresa siempre rebotando por los poemas y se sitúa allí, extraña, en esa porción del cielo. La veo falsa, ridícula, como un apéndice estrafalario de la Tierra. Busco todas las luces posibles y me envuelvo en ellas hasta que la luz del astro sea una abstracción. Entonces recupero la luna húmeda que brota de mi lengua y la asesino con voluptuosa alevosía. Luego, hipócrita por instinto, la lloro y sepulto en un pobre poema harto de lugares comunes. Esa luna soy yo. El poema deseo que sea de otro. Algo eterno ha rozado mi mediocridad.
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Abel German -