Apenas dos euros y sesenta y un céntimos puestos sobre un espacio sombreado, sombra para protegerlo de inminentes consumaciones, cuerda de cuero ahuecada para impedir que la fortuna se diluya entre las manos; desde mi espacio, logro contar tus afortunadas piezas, aquellas que no murieron en una caja contadora...
Abel German -
Esta fotografía tiene algo que la hace realmente interesante: la correa del reloj pulsera. No se ve el reloj, sino aquello que nos ata a él. Puestos a buscar símbolos, esas pocas monedas junto a la esclavitud impuesta por el tiempo conforman un conjunto profundamente filosófico.
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Carlos Alberto -
Abel German -