Hay una hoguera.
Hay una hoguera en algún lugar. No la veo, apenas puedo imaginar su resplandor y los espectros de los árboles resucitados por sus lametazos íntimos. Más difícil me resulta reconstruir su calor, ese oasis en la gelidez de una noche en que mis huesos de viejo, atesoran una combinación de dolor frágil y arrugamiento. El humo punteado por pirales que se suicidan, asciende. Está encendida para mí y que lejos estoy, ¡qué lejos!
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Abel German -