Hueco negro.
Luz cuajada en su invisible premonición
grito de astro desaparecido
murmullo de lo inasible
decorado que suaviza la ignorancia
Acudes a mi pecho
provocándome
mis emociones aletean
y se golpean contra los cristales
El lado ciego de mi intuición
segrega imágenes para ignorarte
hueco negro
voraz
que brillará en otro cielo.
Memorias prescindibles 2.
La peor de mis conclusiones es la siguiente: si todo lo recordado podría ser absolutamente olvidable y recuerdo poco ¿qué se puede decir de lo olvidado que es casi todo? Este es el problema: al mirar hacia atrás, sólo veo el polvo flotando sobre el camino. Pero puede que ese no sea el problema, sino ¿de y para quién era el mensaje que llevaba el viajero?
Entorno 8.
Memorias prescindibles 1.
Hay una desdicha de trenes y esperas en mi memoria. Un olor a óxido que trasciende y se acomoda en mí prescindiendo de la metamorfosis. Olor petrificado. Andenes nocturnos poblados de cansancio y desaliento. Una extraña fe reptando por los rieles en madrugadas interminables. Un viajar inmóvil por el desespero y sus variantes. Ronquidos, susurros, romances inesperados. Estrellas entrevistas a través de las bombillas esporádicas. Cuerpos, muchos cuerpos. Lo inevitable de un viaje a ninguna parte: mi presente.
Entorno 7.
Mariposas sobre las cenizas.
A veces sobre las cenizas
volaban mariposas
Blancas
Digo a veces
puede que siempre
pero hablo de aquellas cenizas
Es curioso
yo era muy joven
y me consumía en las cenizas por el futuro
y lo vivía como un poema
No sabía que el futuro es un vampiro
que ni siquiera existe
Lo único real eran las mariposas
sobre las cenizas
de la estaca.
Erótica del entorno.
Ebrio de nada.
Extremadamente fláccida la calle comprimida entre tantas cavernas. Camina a través de y se dirige a, pero siempre como si estuviera en el mismo lugar y el movimiento no fuera otra cosa que una previsión que se cumple. Así le vino encima la puerta. No estaba seguro, cada vez más perplejo en el oficio de existir, temía ser devorado en cada instante por la sorpresa. Pero sí, era esa, el número lo decía a gritos. Golpeó con la manita de bronce. Una manita de frialdad y pátina irritantes. La calle se le antojó perdida y sólo quedaba la puerta y el conjunto de habitaciones en las que presumía ser esperado. El aire trasteó a su espalda y arrastró algo, no se inmutó, quiso escuchar dentro, pero entre el otro lado y él, se interponía la gruesa puerta de maderas antiguas que lo absorbía todo. Volvió a golpear con la manita. Nada. Se sintió desnudo y transparente, vacío. Le chupaba la calle y lo arrastraba al origen de sus ilusiones. La puerta se alejó hasta convertirse en un pequeño sello en una misiva que no recibiría nadie. Sus propios recuerdos eran una forma maquillada del olvido. Ella, si acaso, un recuerdo por venir, una premonición. Regresó a sí mismo ebrio de nada. Ni los perros le ladraban, quizá nunca había salido. Sólo entonces supo estaba siendo olvidado.
Entorno 6.
ENTORNO 5.
Los ámbitos de la necedad.
No hay como un necio
para abarcar el infinito
siempre lo rebasa
Al regreso trae una síntesis
el agotamiento de lo improbable
Habrá visto a Dios
o su ausencia
y tendrá una ecuación verbal
para los vacíos matemáticos
Así uno se asombra
ante esa capacidad de ciertos satisfechos
donde toda cifra alcanza su exactitud
y desaparece la angustia.
A veces pienso
que los necios no son ellos.
Entorno 4.
La Cita.
Estaré dos segundos antes, desnudo.
Eso había dicho.
Caminó hasta el centro.
Siempre estamos en el centro,
era algo que también repetía.
Pero estaba vestido.
Nadie lo miró.
Parece que tampoco él se sentía mirado
y tampoco se sentía en el centro.
Seguramente no era el día de la cita,
no debería serlo,
pero en la agenda de ese encuentro,
siempre hay un error.
Repta desde dentro.
Desde la altura de la tarde
restos de pipas
certifican el cansancio
Un olvido mecido
vaga por el amarilleo de los parques
atristando el braceo de las aves
en la rutina del retorno
La oscuridad repta desde dentro
buscando migajas de luz en los fantasmas
Las palabras se atragantan
en un diálogo de estatuas
La inercia emocional insiste
pero se deshoja la confianza
y la noche se agiganta.